Escrito por el Apóstol Wagner Zeppenfeld
La gracia de Dios nunca falla.
Estamos en sus manos desde que nos levantamos hasta que nos acostamos.
Su dulce voz nos guía a través del fuego.
Y en la oscuridad Su presencia nos reconforta.
Él es fiel en todo momento.
Pero, ¿le somos fieles a Él?
Serle fiel significa guardar sus mandamientos, significa poner en práctica sus enseñanzas.
Tenemos que alimentar los mejores sentimientos en nuestros corazones y poco a poco estos buenos sentimientos nos fortalecerán de tal manera que ningún sentimiento malo entrará en nuestras vidas.
Tenemos que estar atentos a las revelaciones modernas, tenemos que estar atentos a las palabras del profeta vivo en nuestros días, porque Dios habla a través de él.
Hoy voy a dejaros unas palabras sobre uno de esos buenos sentimientos que tienen el poder de cambiar nuestra vida: la compasión.
Una palabra muy común en el vocabulario de la mayoría de la gente, pero no siempre se utiliza de la mejor manera. No siempre entendemos su verdadero significado ni la grandeza de un sentimiento tan sublime que viene de Dios. Este sentimiento es fundamental para que alcancemos un reino superior.
La palabra compasión viene del latín compassio, que significa el acto de compartir el sufrimiento de otra persona. En latín, compassio significa comprender el dolor de otra persona y sentir su sufrimiento. La persona que siente compasión es capaz de ponerse en el lugar de otra persona que sufre, comprendiendo lo que está pasando. Esta comprensión lleva al deseo de ayudar compartiendo la carga del dolor.
Más que sentir lo que la otra persona siente, hay que actuar, pasar a la acción.
La empatía es sentir lo que siente otra persona. La compasión es la empatía en acción.
La compasión es ver el mundo de una persona a través de su lente, entiendes cómo se siente y entonces haces algo al respecto.
La compasión despierta la voluntad de ayudar a los demás a superar sus problemas consolando y dando apoyo emocional.
Cuando alguien se compadece de una persona, no está sintiendo lástima por ella, sino mostrando respeto por su dolor y tomando alguna medida para aliviar la angustia que siente. Ahí radica precisamente su belleza, en el deseo de querer ayudar pura y simplemente para hacer el bien.
En el libro sellado de Moisés, capítulo 5, versículo 33, está escrito:
No me refiero a la compasión, pues compadecerse de alguien es un sentimiento mezquino derivado del mal. Pero, sobre todo, hablo de empatía, cuando queremos para los demás el bien mayor que tenemos, o queremos tener.
Por lo tanto, no hay un yo, no hay un tú, no hay un él, hay un nosotros.
Uno necesita al otro, yo te necesito y tú en algún momento me necesitas.
Y si queremos construir una sociedad justa en la que el hermano cuide del hermano, tenemos que prestar atención a estos detalles, tenemos que alimentar los mejores sentimientos que vienen de Dios.
Tenemos que amarnos, tenemos que querer el bien mayor de todos los que nos rodean. Si somos felices por qué no llevar esa felicidad a los demás, si tenemos algo bueno por qué no compartirlo, si tenemos el Libro Sellado cambiando nuestras vidas ¿por qué no querer ese mismo cambio en la vida de los demás?.
Tenemos que ser uno en el corazón. Todos navegamos en el mismo barco, donde Cristo es quien nos guía, a través de un profeta vivo en nuestros días, estamos juntos en busca de la misma meta, construir Sión. Pero para eso tenemos que unirnos y ser un solo pueblo.
Es posible mostrar compasión por alguien de muchas maneras, empezando por una simple conversación o incluso un abrazo o un apretón de manos.
A menudo, todo lo que una persona necesita es compartir su angustia o simplemente desahogarse, y tener alguien con quien hablar es un gran apoyo emocional. Ser compasivo es comprender que es posible sufrir con los demás, pero sin discriminación ni juicio. La compasión requiere empatía con el dolor de la otra persona y nos hace querer aliviar ese sufrimiento, y son los pequeños gestos los que marcan la diferencia.
El cambio que queremos en la sociedad empieza por nosotros, tratándonos mejor, practicando la empatía y la compasión con cada uno de nosotros y luego con todas las personas.
La compasión va más allá de un ejercicio con los demás, también pasa por el proceso de autoconocimiento, tienes que ser compasivo contigo mismo, perdonando tus propias faltas y produciendo un sentimiento positivo en tu interior. Cuando uno es compasivo consigo mismo, puede entonces desbordar esta emoción hacia los demás, asumiendo que nuestras acciones positivas generan grandes efectos en la vida de las personas.
El autoconocimiento también es importante en el proceso de despertar la compasión, por el simple hecho de que ser compasivo requiere amar al otro. Pero amar al otro implica primero amarse a uno mismo. Uno de los principales mandamientos: "Ama a tu prójimo como a ti mismo".
La compasión debe dirigirse a mejorar cada vez más y servir de sentimiento guía, y su gran beneficio radica en despertar el deseo de querer ayudar, de transformar realidades, de hacer el bien, ya sea para uno mismo o para el prójimo.
La compasión es una práctica constante, al escuchar el problema de alguien hay un impulso de buscar soluciones. El deseo es ofrecer comodidad y una salida a la posición de incomodidad.
Me gustaría citar un ejemplo, imagina que una persona se ha caído a un río y ha empezado a ahogarse delante de ti. Ser compasivo significa hacer todo lo posible para salvarlos.
Si sabes nadar, puedes meterte en el río y sacar del agua a la persona en apuros. Si no sabes nadar, puedes pedir ayuda a alguien que sí sepa. Si no hay más gente, puedes llamar a los bomberos y lanzar algo al río para que la persona pueda sujetarse. La compasión se refiere a hacer todo lo posible para aliviar el sufrimiento de otro.
La compasión, cuando es verdadera, nos ayuda a dejar de mirarnos el ombligo y a empezar a mirar hacia arriba para ver lo que ocurre a nuestro alrededor. Nos recuerda que no estamos solos en este mundo, que otras personas también importan. Además, si la ayuda que ofrecemos es honesta, nos dará una enorme paz interior.
El acto de compasión nos acerca a los demás, nos ofrece la posibilidad de dar lo mejor de nosotros mismos para ayudar a los demás, con humildad y cariño. Nos hace más humanos, sensibles y honestos con las personas que nos rodean y, desde luego, con nosotros mismos. Cada vez que atendemos a alguien que lo necesita, estamos complaciendo al corazón y ofreciendo al otro una ayuda sincera.
En la Biblia tenemos varios pasajes que nos muestran y enseñan el poder de la compasión en nuestras vidas.
Me gustaría hablar de dos pasajes del Libro de Lucas.
Cristo fue con sus discípulos a la ciudad de Naín, y cuando se acercó a la puerta de la ciudad, vio un cortejo fúnebre que llevaba el cuerpo de un joven, hijo único de su madre, una viuda. Y el joven se sentó y comenzó a hablar. Y Cristo lo entregó a su madre.
En la parábola del samaritano se cuenta la historia de un hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó cuando cayó en manos de unos ladrones, que lo desnudaron y golpearon, y se marcharon dejándolo casi muerto.
Dos hombres pasaron junto a él y no hicieron nada, luego pasó un samaritano que se compadeció, le vendó las heridas, lo subió a su propio animal, lo llevó a una posada y lo cuidó.
En ambos pasajes podemos ver que el sentimiento que hizo que la gente fuera ayudada fue el sentimiento de compasión.
El verdadero seguidor de Jesús debe ser alguien que, allá donde vaya, sepa mirar y escuchar, para no ir por la vida ciego y sordo. Y esta debería ser la pregunta que deberíamos hacernos continuamente: "¿Qué hemos visto u oído desde que salimos de casa?
La compasión tiene el poder de transformarnos, de cambiar nuestras vidas, de hacernos mejores personas, más humanas, nos ayuda a desprendernos de lo material y a centrarnos en lo espiritual. Y, sobre todo, tenemos la oportunidad de cambiar la vida de las personas que nos rodean, llenando sus días de esperanza.
"Sé el cambio que quieres ver en el mundo".
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